Costruyendo Juntos...

Costruyendo Juntos...

Quienes Somos?

Ministerio Asecap
santiago, Chile

Somos Ministerio Asecap. Hasta hace un tiempo, eramos un ministerio de asesoría y capacitación para la iglesia, en términos profesionales. Desde este escenario, veniamos trabajando y pretendiamos seguir haciendolo si Dios así lo permitía. No obstante, DIOS NO LO PERMITIÓ.

Somos un ministerio conformado por profesionales cristianos en distintas areas de acción, dentro de las cuales se encuentran Psicología y Educación Física. En el temor de Dios pretendimos siempre educar, aportar y ayudar al creciemiento espiritual y práctico de la iglesia. Sin embargo, las cosas en la actualidad han cambiado, Dios en su misericordia ha hablado a nuestros corazones, mostrandonos verdades relevantes en torno al evangelio que él desea que se predique.

Actualmente, la iglesia o al menos lo que se conoce como iglesia, ha entrado en un periodo lamentable, trágico y peligroso. Dios en su bondad y amor nos ha mostrado cuáles son los tiempos que estamos viviendo: Tiempos de apostasía.

Nuestro trabajo siempre se caracterizo por el temor que Dios ha puesto en nuestros corazones y no podemos ser ajenos a esta realidad. Por tanto estamos dispuestos, como ministerio, a pelear ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos y a denunciar públicamente las mentiras de Sátanas.

Esperamos sinceramente, a través de este blog, ser una bendición para tu vida y seguir aportando al crecimiento y desarrollo de la iglesia, pero ésta vez, desde un nuevo escenario, desde una nueva óptica y parados firmemente en la verdad que es Cristo Jesús y su palabra que jamás ha cambiado.

Sean muy bendecidos...




sábado, 31 de enero de 2009

COMPROMISO CON DIOS

Deber, compromiso, obligación; alrededor
de este concepto giraba en tiempos pasados
la vida de los hombres y de la sociedad.
Más importante aún
Es el concepto que, según la Palabra de Dios,
debe regir la vida del hombre de Dios.
La sociedad permisiva de nuestro siglo le da poca importancia. Al contrario, lo considera como anticuado, cosa de viejos.
Las actuales normas para la conducta son el placer, la conveniencia y la comodidad. Se habla mucho de nuestros derechos, pero poco de los compromisos que tenemos para con Dios, el prójimo y la sociedad.
Esta nueva mentalidad es sumamente peligrosa para el cristiano
porque destruye en nosotros lo que significa ser cristiano y
servir a Dios. En el centro de la vida del creyente está Jesús
como Señor, y la esencia de la vida de salvación es el "Sí,
Señor". Es urgente que volvamos al sentido del deber como la meta
y el móvil de nuestra vida como individuos, familiares e iglesia.
El deber es saber lo que debemos hacer, y hacerlo. Hacerlo no
necesariamente porque nos guste, porque nos convenga ni porque
nos resulte cómodo, sino simplemente porque lo tenemos que hacer.
Y lo tenemos que hacer porque el Señor nos lo ha mandado.
La Biblia estás llena de estas palabras:
"amad","obedeced","pensad","sentid","id"; palabras sobre cómo pensar, cómo hablar,
cómo tratar al prójimo, cómo agradar a Dios. Dios no deja estas cosas
a nuestro criterio; nos manda a que cumplamos, sin cuestionar, sin titubear
con alegría, y con “sumo gozo” porque somos siervos -"esclavos"- del
Señor Jesucristo.

Ser maduro es estar convencido de nuestro deber, y luego
disciplinarnos para cumplir con él
. Hacemos lo que tenemos que
hacer, no importa qué hagan los demás ni qué comenten lo que
nosotros hacemos. No dejamos que otros nos lleven, ni nos
conformamos a ellos. Nos conformamos solamente a Jesucristo y a
sus mandatos.
Actuar con libertad es actuar dentro del plan
de Dios para nosotros. la libertad sin este hondo sentir de
obligación se convierte en libertinaje; y muchísimos de los males
de la sociedad de nuestros días incluyendo la sociedad cristiana,
tienen sus raíces en esta confusión entre la libertad responsable
y el libertinaje.

La Palabra de Dios nos dice y nos manda a dejar la inmadurez -la leche de
la niñez- y crecer (Hebreos 5:11-14);
a dejar la inestabilidad
de los que no saben que hacer y cómo evitar el desviarnos
(Efesios 4:13-15); a poner los ojos en el blanco y concentrar todos
nuestros esfuerzos en llegar a él (Fil.3:7-14).
El inmaduro es llevado de un lado para otro por lo que siente como deseo
y lo que nos conviene en el momento. Cada vez que le toca tomar una decisión
mira dentro de su propio yo en ese instante para
encontrar la respuesta, en lugar de tener delante de sus ojos la
meta de la voluntad de Dios, a la cual se debe una obediencia
incondicional e incuestionable para con Dios.

El hombre maduro obra, no según los dictados de su yo ni como reacción a lo que hacen y
piensan los demás, sino porque sabe lo que tiene que hacer, lo
que su deber a Dios y a su prójimo le exige. No procura
justificarse con el "todo el mundo lo hace", "no puedo ser
diferente", "soy humano", "tengo mi genio", "no tengo ganas",
y
tantas otras frases que escuchamos a diario, eludiendo así su
responsabilidad.

La Palabra de Dios nos manda a que seamos diferentes.
La predicación y la vida de la cruz son una locura para quien no
esta comprometido con Dios (1 Co.1:18:31). Sentir este compromiso
significa que no gozaremos de la popularidad y a veces hasta
nuestros hermanos no nos comprenderán. Ser maduro es seguir
adelante, pensando lo que Dios ha mandado que hagamos, cueste lo
que cueste y digan lo que digan. No nos agrada ir en contra de
otros, ni buscamos problemas. Todo lo contrario; mientras
dependa de nosotros, procuramos vivir en paz con todos los hombres.
Pero hay una sola cosa que determina nuestro camino: el compromiso,
la obligación, el deber que tenemos con nuestro Señor.

Tenemos que disciplinarnos al deber, para alcanzar la madurez de
acuerdo al grado de esa disciplina.
Un bebé recién nacido no
sabe dominarse en ningún sentido; alguien debe atenderlo en todas
sus necesidades. Pero va creciendo, y poco a poco aprende el
dominio propio, primero en la parte física, después en lo mental
y espiritual y de esto sé muy bien. Y cuando llega a adulto, se espera que sepa
funcionar como un ser independiente, sabiendo elegir entre lo
correcto y lo incorrecto y aplicando a aquello lo que dice y hace.
El hombre maduro sabe cuál es su deber, y se disciplina
para poderlo cumplir. "Golpeo mi cuerpo -dice Pablo- y lo pongo
en servidumbre", para poder correr, luchar y ganar el premio
mayor de Dios (1 Co.9:27).

No sigamos la corriente del mundo, la corriente de la comodidad,
la conveniencia y el placer.
Estamos comprometidos con Dios, y
disciplinémonos estrictamente –en nuestro desarrollo y empleo de
las capacidades físicas, mentales y espirituales que Dios nos ha otorgado y en el uso
de nuestro tiempo y de nuestros bienes- para cumplir con ese
deber. Inculquemos este sentido del deber en nuestras familias y
en nuestras iglesias, con el ejemplo de nuestras propias vidas.

Dejemos de ser niños inestables y mimados. Seamos mujeres y
Hombres de Dios, fuertes y constantes. Seamos cristianos sinceros
y maduros en todo tiempo ante Dios, los hombres y la sociedad.-

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